manuel prado ugarteche

El presidente junto a la reina Juliana
en una visita de estado a Holanda, 1960.

Páginas

  • Página principal
  • MENSAJE DEL PRESIDENTE CONSTITUCIONAL DEL PERÚ, DOCTOR MANUEL PRADO Y UGARTECHE, AL CONGRESO NACIONAL, EL 28 DE JULIO DE 1956

viernes, 5 de julio de 2013

LA TERCERA

El presidente Manuel Prado y el presidente de los Estados Unidos John F. Kennedy, con sus respectivas esposas: Clorinda Málaga de Prado y Jacqueline Kennedy. Washington, 1961

Etiquetas: fondo editorial revista oiga, jhon bazan aguilar editor, manuel prado iugarteche, manuel prado la cronica, manuel prado pedro beltran, manuel prado peru, manuel prado ugarteche pedro beltran

LA TERCERA

El presidente junto a la reina Juliana en una visita de estado a Holanda, 1960.

Etiquetas: fondo editorial revista oiga, jhon bazan aguilar editor, manuel prado iugarteche, manuel prado la cronica, manuel prado pedro beltran, manuel prado peru, manuel prado ugarteche pedro beltran

LA TERCERA


Etiquetas: fondo editorial revista oiga, jhon bazan aguilar editor, manuel prado iugarteche, manuel prado la cronica, manuel prado pedro beltran, manuel prado peru, manuel prado ugarteche pedro beltran
Entradas más recientes Entradas antiguas Inicio
Suscribirse a: Entradas (Atom)

UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO

UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO

UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO

UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO

LA TERCERA

MENSAJE DEL PRESIDENTE DEL PERÚ,

DOCTOR MANUEL PRADO Y UGARTECHE,

ANTE EL CONGRESO NACIONAL, EL 8 DE DICIEMBRE DE 1939

Señor Presidente del Congreso Nacional:

Con honda emoción patriótica acabo de recibir de vuestras manos la insignia presidencial de la República, que representa el más alto título que una nación puede discernir a un ciudadano.

En cumplimiento de la voluntad del pueblo, expresada por sufragio directo, de acuerdo con la Constitución del Estado, asumo la función de Gobierno, la que ejerceré, sin olvidar un solo instante, que mi único deber es velar por los intereses de la patria y por el bienestar de todos los peruanos.

Pido al Todopoderoso ilumine mi espíritu y me haga digno de tan insigne honor, porque cuando un hombre tiene la grave responsabilidad de la suerte y el porvenir de un pueblo, muy presuntuoso y vano debe ser, para no sentir en su corazón la necesidad de invocar el auxilio de la Providencia a fin de que guíe sus pasos por el camino del acierto.

Y en este solemne instante de la vida del país, en el que todas las miradas de la ciudadanía convergen hacia este recinto de las leyes, donde la Representación Nacional, como viviente encarnación de la soberanía del pueblo, recibe en su seno al Presidente de la República que cesa en sus altas funciones y al nuevo Jefe del Estado que recoge la herencia del patrimonio espiritual y material del país, no sólo para conservarlo celosamente, sino para acrecentarlo y enriquecerlo; yo invoco los manes de los ilustres varones que fundaron la República y de los que han realzado el mando supremo de la nación durante la ya larga centuria de nuestra vida independiente, ante quienes me inclino con veneración y presento a la vez, con la más pura emoción filial, mi homenaje a la memoria del vencedor del Dos de Mayo de 1866, fecha gloriosa en la que quedó consolidada la libertad del Perú y de la América.

Cumplo deber de justicia y un requerimiento indeclinable de mi espíritu al rendir al ciudadano eminente, a quien tengo el honor de suceder en la función de gobierno, mi sincera admiración y mi patriótico aplauso, por la forma excepcionalmente feliz como ha dirigido los destinos nacionales, habiéndose hecho acreedor a la gratitud de sus conciudadanos y al honroso juicio de la Historia.

El Perú ha marcado en los seis últimos años una etapa brillante de progreso, bajo la égida que ha sintetizado el pensamiento directriz del orden, de la paz, y del trabajo, como factores esenciales para la gran obra de la reconstrucción nacional; y el impulso dado a todas las actividades útiles habría continuado dentro de los lineamientos y las condiciones objetivas, que venían canalizando los cauces de su armónico e integral desenvolvimiento, si un suceso de tanta gravedad y repercusión universal como la guerra europea, no hubiese venido a plantear nuevas situaciones a la economía de todos los países por razón de la interdependencia inherente a la comunidad de la vida de las naciones.

Pero nuestra actitud es de absoluta confianza y firme optimismo y debe asistir a todos el convencimiento de que las oportunas medidas de previsión impuestas por las circunstancias, se traducirán en una mayor estabilidad y solidez en la satisfacción permanente de nuestras necesidades. Miremos al porvenir sin zozobras ni inquietudes, apoyados en una fe inquebrantable en nosotros mismos y en la comprensión y el patriotismo de nuestro pueblo. Animados del espíritu de vencer, las dificultades transitorias sólo tendrán el sentido saludable de una escuela de esfuerzo, que vigoriza la voluntad y despierta las facultades creadoras y activas del hombre.

Se ofrece, pues, a la acción del Gobierno un amplio campo de experiencias y de posibilidades; y para que el país derive de esa acción todas las ventajas a que tiene derecho en orden a su bienestar y prosperidad, es indispensable que la organización del Estado adquiera la máxima eficiencia para el cumplimiento de sus múltiples y elevados fines, de acuerdo con el ideario político y con el programa de acción que he formulado y presentado a la consideración de la ciudadanía y con los que ésta se ha identificado al pronunciarse en los comicios electorales del 22 de octubre.

Deber primordial del Estado es asegurar las condiciones de su propia existencia, salvaguardando su soberanía, sus intereses y la estabilidad de sus instituciones. Y ese deber adquiere caracteres excepcionales, en estos momentos en que el mundo confronta la crisis más profunda de los principios del Derecho Internacional y de la organización social y política.

Felizmente los pueblos libres de América ofrecen el consolador espectáculo de un orden jurídico arraigado en la conciencia colectiva de todos ellos, que permite abrigar la grata esperanza de que la paz no será perturbada y que sus diferencias encontrarán soluciones de armonía dentro de la justicia y el derecho. Tampoco las luchas sociales constituyen en América un peligro, porque un sentido de justicia humana abre gradualmente en estos países camino a saludables y prudentes reformas, que al incorporarse a la vida restan virulencia a los antagonismos de clase y dan base real y efectiva a nuestra democracia.

El Perú contribuirá, en su esfera de acción, a todos los esfuerzos encaminados a procurar el advenimiento de la paz y asegurar el predominio del derecho en las relaciones internacionales y, de modo especial, continuará prestando todo el calor de su entusiasmo a hacer efectivo el hermoso ideal del Panamericanismo.

En el orden interno, el Gobierno dejará sentir su acción garantizadora en todos los campos de la actividad nacional, afirmando el sentimiento de seguridad indispensable para el normal y progresivo desarrollo de la vida económica y cultural en todas las regiones del país.

Pero como sin estabilidad social es ilusoria la realización de los fines individuales y colectivos, corresponde al Estado asegurar, en primer término, esa estabilidad dando expresión legal a las condiciones indispensables para la convivencia y la cooperación, haciendo reposar el equilibrio colectivo en una elevada política honesta y progresista que despierte y fortalezca los sentimientos de confianza del pueblo en sus dirigentes y su adhesión espontánea y consciente a la acción gubernativa.

Será pensamiento central del Gobierno hacer efectivo el control de Estado sobre los órganos de la administración en forma que la ciudadanía tenga el pleno y absoluto convencimiento de que los intereses generales están severamente cautelados.

La institución familiar, la administración de justicia, las universidades, la educación en todos sus grados, los empleados públicos y particulares, los obreros y campesinos, la asistencia social a favor de los que carecen de capacidad para atender a sus propias necesidades, la salubridad y en general todos los intereses humanos, a los que el gobierno que acaba de cesar ha prestado solícita atención, encontrarán una firme garantía, dentro de un profundo sentido de solidaridad social y de reconocimiento de la acción amparadora del Estado.

El fomento de la riqueza privada y pública tendrá todos los estímulos requeridos para su prosperidad y desarrollo, orientando las fuerzas productoras hacia la más amplia satisfacción de las necesidades básicas del pueblo en orden a su alimentación, vivienda, vestuario, medios para combatir la enfermedad y progreso cultural, de acuerdo con las exigencias de un sentido humano de la vida, propio de una organización social superior.

El plan integral de obras públicas en actual ejecución, destinado a organizar y favorecer el progreso nacional en todos sus aspectos, desde el problema vial y la irrigación, hasta las edificaciones escolares, saneamiento, defensa nacional y fomento de todas las actividades de alta cultura, continuará dentro de un ritmo creciente, con cuyo objeto promoverá el Estado la explotación de las materias primas indispensables para cimentar las bases del futuro desarrollo industrial del país, sin cuyo auxilio la realización de un vasto programa constructivo en todo el territorio significaría la emigración de grandes capitales para la adquisición de elementos cuya fabricación está a nuestro alcance.

Dentro de una atmósfera de paz, de trabajo, de previsora organización, de garantía para todas las actividades y los intereses, el progreso material y espiritual del país encontrará un vigoroso estímulo y se fortalecerá su crédito y su prestigio.

Factor esencial para el desenvolvimiento de la vida nacional es la recta y rápida administración de justicia y el país espera de la austeridad e ilustración de sus jueces, fecundas iniciativas encaminadas a tan saludable fin.

El orden público, la integridad territorial y la soberanía de la nación reposan en la fe y en el honor de los Institutos Armados y el Estado no omitirá esfuerzo alguno para mantenerlos en el grado de eficiencia y perfeccionamiento que requiere la importante función que les está encomendada.

Señores Representantes:

Los pueblos del Perú os han otorgado sus poderes para la misión de mayor trascendencia que pueden ejercer los ciudadanos: auscultar la conciencia nacional, estudiar sus necesidades, interpretar sus sentimientos, sus ideas y sus aspiraciones, y dar a todos esos elementos de la realidad viviente del país su expresión legal para que le sirva de vestidura, de amparo, de garantía, en el desenvolvimiento de sus actividades.

Vuestra prudencia, sabiduría y patriotismo, es segura prenda de acierto en la elaboración de las leyes, que serán fiel reflejo de la conciencia jurídica del pueblo y no meras fórmulas abstractas extrañas a nuestra realidad. Países integrados por grandes sectores de desigual cultura, exhiben leyes que consagran las más avanzadas conquistas del derecho, olvidando las condiciones étnicas, los usos y costumbres, el medio físico, el factor económico, es decir los motivos concretos y determinantes de la conducta humana. El Perú ha adquirido ya experiencia en tan ardua materia y la ciudadanía debe abrigar firme confianza en que nuestros legisladores se inspirarán en las enseñanzas de la historia y en la observación atenta e integral de nuestra realidad.

Señores:

Al hacerme cargo de las elevadas funciones de la Presidencia de la República, declaro, desde lo más hondo de mi conciencia ciudadana y de lo más reflexivo de mi espíritu, que de acuerdo con mi credo democrático, considero que el Perú al designarme Jefe del Estado me coloca en el puesto de primer servidor de la nación, rol que encarna mi verdadero sentimiento cívico. Inspirado en este concepto, empeño el solemne juramento y la promesa de honor de dedicar todos mis esfuerzos, mi actividad y mis desvelos al austero cumplimiento de este sagrado deber, cuya aspiración es el engrandecimiento y la felicidad de la patria.

LA TERCERA

MENSAJE DEL PRESIDENTE CONSTITUCIONAL DEL PERÚ,

DOCTOR MANUEL PRADO Y UGARTECHE,

AL CONGRESO NACIONAL, EL 28 DE JULIO DE 1956

Señor Presidente del Congreso;

Señores Representantes;

Excelentísimos embajadores:

Hace más de tres lustros que, en este mismo recinto de las leyes, presté juramento ante la Constitución y los Santos Evangelios para ejercer la Primera Magistratura de la nación.

Al entregar la banda presidencial el 28 de julio de 1945, al elegido en los limpios y ejemplares comicios que presidí, tuve la satisfacción patriótica de dejar la Casa de Pizarro, entre aclamaciones y aplausos que tenían el claro sentido de aprobación pública a los actos de mi Gobierno ejercido bajo el ritmo inalterable de orden, progreso y feliz convivencia.

Este ejecutoriado consenso, era el galardón que se podía otorgar al ciudadano que descendía de la Jefatura del Estado con la conciencia tranquila, la frente levantada y la satisfacción del deber cumplido para confundirse con todos los peruanos, en el esfuerzo fecundo del trabajo.

Así permanecí tres años en el seno del país, rodeado del afecto de mis colaboradores y de la lealtad de mi pueblo.

Más tarde, ausente de la patria, la voz insistente de mis conciudadanos que anhelaban mi retorno a la Presidencia, se dejó escuchar en forma reiterada y por intermedio de elementos representativos de los diversos sectores. A esas insinuaciones me resistí en varias oportunidades hasta que el llamado que se me hacía adquirió caracteres imponentes encontrando eco en la conciencia de mi deber y de mi responsabilidad. Fueron, de este modo, las fuerzas imponderables de la opinión pública, encarnadas en el movimiento multitudinario que me proclamó su abanderado, las que me impulsaron a colocarme al frente de esas enfervorizadas mayorías para conducirlas con altura y serenidad, en el proceso electoral que justamente hoy, efemérides gloriosa de nuestra independencia, tiene su honroso epílogo en esta significativa actuación que lleva invívita la mística del credo democrático, que guiará nuestros pasos, resoluciones y actitudes.

La halagadora madurez cívica que hemos alcanzado me persuade de que asistimos al renacimiento de una etapa que tendrá el contenido suficiente para acrecentar y enaltecer la obra que nos corresponde cumplir, no en provecho de unos cuantos sino en el mejoramiento y felicidad de todos, dentro del mutuo respeto que debe primar entre la autoridad y los gobernados. El Estado será, en esta forma, un instrumento dinámico al servicio permanente de los intereses colectivos, la síntesis de nuestro ideario y de la evolución de los principios doctrinarios que enaltecen los valores de la persona humana. Las profundas transformaciones que se operan en el mundo, nos convencen de que han de ser arduas las tareas que nos esperan y delicadas las soluciones que debemos dar a los problemas que se presenten. Para superarlos con buen éxito y acertar en nuestras iniciativas, contamos con la amplia compresión de la ciudadanía que reclamé en todo momento, para lograr la verdadera unión nacional, no como una fórmula transitoria de carácter político, sino como un postulado permanente y útil de noble empeño constructivo.

En mi programa, que es un derrotero preciso que el electorado hizo suyo en los comicios del 17 de junio, he concretado puntos básicos, y cuestiones esenciales que serán los preferentes objetivos de mi gestión directriz.

Pero sabéis, señores Representantes, que todo planteamiento, para ser efectivo, tiene necesariamente que reproducir beneficios prácticos.

De acuerdo con este criterio, procuraré –contando con la colaboración de todos los sectores– impulsar vigorosamente nuestro progreso material y nuestro desenvolvimiento económico, porque ningún sistema de arraigo popular puede funcionar ni afirmarse cuando las clases menos favorecidas por la fortuna no alcanzan a satisfacer sus necesidades primarias.

Las actividades nacionales, que tienen sus orígenes en la riqueza potencial de nuestro suelo y en el esfuerzo creador de sus habitantes, requieren, para su desarrollo y prosperidad, estar rodeadas de las seguridades y garantías que solo pueden ofrecer los mandatos de la ley cuando ella emana de un meditado estudio de nuestra realidad y se inspira, como supremo fin, en las conveniencias generales.

El Ejecutivo someterá, oportunamente, a vuestra consideración, proyectos que estime necesarios para el perfeccionamiento de nuestros sistemas político, económico y social, requiero, desde ahora, las luces de vuestra inteligencia, a fin de que les prestéis vuestra acogida, con el elevado espíritu de cooperación, que debe existir entre los dos Poderes.

Anhelo profundamente que el Parlamento y el Gobierno auspicien una completa y estable armonía, como condición para que grupos y personas gocen de sus legítimas prerrogativas y autonomía. Así, sintiéndose amparados en sus justas atribuciones, podrán colaborar a mantener la convivencia en los planos de la ponderación y la cordura. De la manera como aquellos se conduzcan y actúen en relación con el concurso que están llamados a presentar al país, dependerá en gran parte nuestro ordenamiento legal y el triunfo de la democracia, cuya esencia es el pleno juego de las ideas, sin que esa liberalidad suponga imposición de credos o doctrinas sino expresiones destinadas a orientar la opinión pública. Un partido no debe ser solamente agrupación de un mayor o menor número de militantes, sino concreción de temas afines, cuyo ejercicio primordial, como toda entidad de principios, es hacer que sus plataformas cumplan su función vitalizadora dentro del organismo nacional.

Pero, para que este armónico equilibrio se establezca, es indispensable sustentarlo en los dictados de nuestra Constitución, dirigiendo las energías e inquietudes cívicas por los cauces propios del derecho.

Trabajaremos únicamente para la patria, bajo los signos promisorios de una franca y leal concordia. Haremos que el pueblo tenga noción precisa de sus deberes y de las formas como debe expresar sus aspiraciones. Unidos todos en el cumplimiento de este propósito nos dedicaremos por entero a laborar por el bien común, al amparo de la paz creadora y de los dispositivos de la ley.

Siempre me han merecido preocupación los intereses y problemas de las clases laboristas dentro y fuera de la función pública, y con ese espíritu de equidad inculcaremos el concepto de que los empleados y obreros de la ciudades y de los campos no son sólo mano de obra o elemento mecánico. Por el contrario, asignaremos a ellos su verdadero rol de factor importante de la producción, de creador de riqueza y engrandecimiento del país y, sobre todo, veremos en ellos a seres con derechos y necesidades por cuya satisfacción tiene el Estado la obligación de velar adoptando medidas efectivas que los favorezca real y permanentemente, fomentando el incremento de nuestra capacidad de rendimiento y abaratando las subsistencias y la vivienda.

Destacada significación tiene la presencia de los Excelentísimos señores jefes y miembros de las misiones especiales, con que las naciones de todas las latitudes han querido dar mayor realce y prestancia a la Transmisión del Mando.

Identificados por los mismos ideales de grandeza y fortalecidos los vínculos que nos unen, nuestros países han hecho profesión de fe del Derecho Internacional, rindiendo culto a la justicia y consagrando el respeto recíproco e igualitario entre los Estados.

Acatando la invitación de honor que, en mi condición de Presidente electo de la República, me formulara el Gobierno de la nación panameña, me ha sido grato asistir a la conferencia conmemorativa del 130° aniversario del primer Congreso Anfictiónico, concebido por el profético pensamiento del Libertador en nuestra virreinal ciudad de Lima, donde tuvo su origen la doctrina del panamericanismo, en 1824; se suscribió la invitación y se redactaron los puntos básicos de la histórica Asamblea de 1826, que habría de convertirse en luminaria inextinguible para los destinos de América y del Mundo.

Leal a los principios esenciales de mi política de solidaridad continental, he reafirmado en la célebre reunión de presidentes que acaba de realizarse, que el Perú ocupará durante mi gobierno –como lo hiciera en mi primer período presidencial, que coincidió precisamente con la duración de la Segunda Gran Guerra– puesto de avanzada en la defensa del hemisferio contra toda amenaza de infiltración totalitaria, dirigida a socavar los fundamentos ideológicos sobre los que reposa inconmovible la organización democrática de nuestros pueblos.

Señores Representantes:

Llego por segunda vez a la Presidencia de la República, ajeno a todo compromiso y con absoluta independencia política, como resultado de la intachable elección popular que ha arrancado de la entraña misma de las mayorías, en una de las más genuinas consultas de todos los tiempos, que se ha expandido en corrientes espontáneas por los ámbitos del territorio y ha tomado sustancia y forma en la conciencia de la peruanidad. Por consiguiente, mi candidatura que encontró en el pueblo su fundamento y su razón de ser es desde hoy un Gobierno al servicio del pueblo.

Con la visión clara del panorama que presenta el país, me reconforta ver en cada uno de vosotros encarnada la auténtica delegación de vuestros departamentos y provincias, cuyas necesidades y sentimientos conozco en su misma génesis porque en mis giras por las distintas regiones llegué hasta los más apartados parajes como gobernante llevando a sus pobladores el mensaje de mis preocupaciones y de mi afecto; sentí emocionado la fuerza de sus anhelos y percibí a través de sus demandas la palpitación estimulante de la patria.

Nos corresponde levantar las banderas del trabajo con austeridad y rectitud, con la voluntad tendida a lo largo de las nobles ambiciones de nuestros conciudadanos comprobando día a día la eficacia de las medidas que adoptemos y haciendo al fin de cada jornada el cómputo de lo que hemos realizado y de lo que nos falta por ejecutar. El resultado favorable que obtengamos será la mejor respuesta que demos a la fe y a la esperanza que se han depositado en nosotros.

Unidas nuestras funciones por los vínculos poderosos de esas ansiedades vitales, daremos al régimen que iniciamos el verdadero sentido y la trascendencia que aspira la nación, animados por los preceptos de la justicia que nos hace el juicio de la historia.

Señores:

El singular honor que me ha discernido la soberana voluntad popular exaltándome a la Primera Magistratura, me enaltece sobremanera. Hago la firme promesa de que serviré al país, como siempre, con indoblegable energía y decidido esfuerzo; y por mucho que haga por la grandeza de la República ofrendándole si es preciso mi vida, nada será suficiente para corresponder a la confianza que en mí ha depositado la nación.

Invoco a la Divina Providencia para que la fraternidad reine dentro de los linderos de la patria, para que la democracia sea su más excelso atributo, y para que el Perú adquiera la plenitud de su gloria por la que se inmolaron nuestros héroes y lucharon nuestros libertadores.

LA TERCERA

MENSAJE A LA NACIÓN DEL PRESIDENTE CONSTITUCIONAL DEL

PERÚ, DOCTOR MANUEL PRADO Y UGARTECHE,

18 DE JULIO DE 19621

Compatriotas:

El 10 de junio la ciudadanía emitió su voto para la renovación del Ejecutivo y el Legislativo, en expresión verdadera y legítima de la voluntad popular, dentro de un proceso de absoluta libertad y garantía para los electores y los candidatos, y durante el cual el Gobierno ha observado la más estricta imparcialidad.

Esta ha sido la resultante de una era de auténtica democracia, tal como lo ofrecí a la nación el 28 de julio de 1956 al asumir la Presidencia de la República, desde la que he perseguido, logrado y mantenido con tenaz empeño, la vigencia de un régimen de legalidad intachable, de escrupulosa honestidad, de respeto a la independencia de los Poderes y a la majestad de los Derechos Humanos.

Hemos disfrutado de la libertad en todas sus formas, alcanzando un sistema de vida cívica ciertamente ejemplar para propios y extraños, que ha permitido compararnos con las naciones del más depurado adelanto político.

La voluntad nacional favoreció en las últimas elecciones a tres de los siete candidatos inscritos, pero sin otorgar a ninguno de ellos la proporción mínima del tercio de votos, haciéndose necesario, por mandato constitucional, la elección por el Congreso.

En pleno funcionamiento del Jurado Nacional de Elecciones, mientras se realizaban sus deliberaciones sobre el proceso, supe por mis ministros de las Fuerzas Armadas la inflexible determinación de que no aceptarían la elección presidencial del candidato del Partido del Pueblo. Consideré que cumplía legalmente mi deber de función en bien de la patria, al dar a conocer al señor Haya de la Torre la situación creada, dada su extrema gravedad, pero dejando a salvo que mi intervención, por los motivos que acabo de expresar, en nada significaba afectar su libre determinación.

Al terminar prácticamente mi mandato, tomando como pretexto algunas irregularidades sin importancia, inevitables en todo proceso electoral y que por ello han sido desestimadas por el Jurado Nacional de Elecciones, y sin esperar a que el Congreso decida la solución final eligiendo a mi sucesor, un grupo de jefes de los Institutos Armados han resuelto por acto de fuerza constituirse en Junta de Gobierno, lo que pone término, anulándolo de hecho, al proceso electoral, en el que han participado casi dos millones de peruanos.

Tan insólito proceder merece mi más rotunda protesta. Este atentado, ante mi honor y mi conciencia, es incompatible con la dignidad de Presidente del Perú, con el Estado de derecho que tan difícilmente logré implementar, con mi juramento de cumplir la Constitución y las leyes y con el respeto que, por mi tradición y mi formación espiritual, debo al mandato del pueblo de mantener intangibles nuestras instituciones tutelares.

El gabinete que preside el Segundo Vicepresidente de la República, ingeniero don Carlos Moreyra y Paz Soldán, se ha solidarizado en perfecto acuerdo conmigo en esta hora de crisis.

Elevo mi voz contra el imperio de la violencia. No consiento en asumir responsabilidad alguna por estos hechos que rechazo desde lo más íntimo de mi ser y los presento ante la ciudadanía, en virtud de la confianza que tan enaltecedoramente depositó en mí y a la que he sabido corresponder con integridad inmaculada, con esfuerzo indesmayable y dedicación no superada al servicio del Perú, realizando una obra de gobierno de la que siento legítimo orgullo y que ha elevado en todos sus aspectos el nivel de vida de nuestro pueblo.

El sistema democrático en que se ha desarrollado mi gobierno es ya, para siempre, una de las páginas más puras de nuestra historia. He fundado sobre sólidas bases el equilibrio económico y el adelanto social, cívico y material del país en proporción que las generaciones del presente reconocen y que las del futuro apreciarán en toda su magnitud. He defendido contra los avances y peligros del comunismo los valores eternos de la religión cristiana y los bienes de la civilización occidental. He dotado a los Institutos Armados de los más modernos, completos y eficaces medios de defensa y de trabajo, he creado una nueva Marina de Guerra y he mantenido en alto el prestigio y la disciplina de las Fuerzas Armadas, rodeándolas de la confianza y aplauso de la ciudadanía por su labor profesional, su cooperación en el progreso del país y su apartamiento de la política. He iniciado la reforma agraria y he extendido, sobre todo el territorio, hasta sus más apartadas comarcas, la escuela, las comunicaciones, la salud y las obras de sanidad y de alumbrado. He puesto en ejecución un vasto plan de edificación de viviendas, he asegurado y aumentado los derechos y beneficios de los empleados, los obreros y los campesinos; he promovido la industrialización del país para incrementar su riqueza en capitales y en oportunidades de ocupación convenientemente remunerada; y, por sobre todo, he logrado que renazca en nosotros la fe en la dignidad de la persona humana y en las virtualidades de la nación.

Acepté las invitaciones oficiales de los jefes de Estado de América, Europa y Asia, con el convencimiento de que mi presencia y mi acción en aquellos países serían de provechosos resultados para la República, como ha sucedido.

El conocimiento del Perú ha aumentado enormemente y los homenajes que recibí son muestras del prestigio alcanzado por el gobierno democrático que presido. Nadie puede negar los inmensos resultados económicos de mis gestiones y contactos personales realizados en cada uno de los lugares que visité y que se han traducido en la concesión de cientos de millones de dólares para la transformación del Perú en el aprovechamiento de sus recursos naturales en servicio de la salud de los necesitados y en ayuda para la alimentación, la vivienda y la asistencia social de los humildes, que han sido en todo momento los que más cerca han estado de mi corazón de gobernante.

Cumplida mi obra en todos sus aspectos, con amplitud mayor de la que podía esperar, tengo la satisfacción de haber engrandecido el Perú y de haber contribuido eficazmente a establecer su poderío. Con dolor profundo de gobernante, veo a la patria afrontar estas horas lamentables de desaliento y retroceso, de oscuridad y de honda interrogación, en que estoy seguro me acompañan mis compatriotas en la esperanza de que se restablezcan, de acuerdo con la jerarquía de los valores del espíritu, las instituciones democráticas y representativas exigidas por la Constitución y por los más elevados intereses nacionales, abandonando cuanto antes un camino que nos puede llevar a que las destructoras actividades del fidelocomunismo pongan en peligro la esencia misma de la nación.

El anhelo de redención de estos males que estamos presenciando demanda que renovemos ante el altar de la patria la profesión de fe en nuestra capacidad para la vida democrática, probada con amplitud y constancia durante mi gestión. La paz social, la tarea constructiva, el avance intelectual, el ordenamiento de los intereses públicos y privados, el aprovechamiento de nuestras riquezas y de los frutos del trabajo y, en fin, el bienestar permanente y la prosperidad verdadera, sólo se obtienen bajo la égida de las leyes que emanan de la voluntad general y que son el único medio de hacer posible la unión de los peruanos, la acertada solución de sus problemas y la perdurable victoria de la civilización sobre el atraso, la ignorancia, la miseria y los factores siempre activos que amenazan disgregar las sociedades humanas que viven en libertad.

Hago ante Dios los más fervientes votos porque pueda repararse el inconmensurable error y daño que significa esta regresión a los estados de fuerza que habíamos ya superado y porque encontremos de nuevo los cauces naturales y propios de la evolución nacional, tan empeñosamente labrados en estos últimos seis años y por los cuales el Perú ha sido puesto en marcha como nación en su sentido integral. Identificados mi pueblo y yo, tenemos el derecho de esperar y la obligación sagrada de procurar, con creciente afán, que, por amor a la patria, prevalezca definitivamente y lo más pronto la potestad de soberanía que es inherente al pueblo para decidirse por sí mismo, realizar el bien común y reafirmar los ideales de democracia, de libertad y de justicia, como bases del Estado de derecho, para hacer efectiva la República y consagrar sus instituciones como la condición irreemplazable para la conquista de los gloriosos destinos del Perú.

1 La Prensa, 18 de julio de 1962.

FONDO EDITORIAL REVISTA OIGA

FONDO EDITORIAL REVISTA OIGA

LA TERCERA


El presidente Manuel Prado y el
presidente de los Estados Unidos John F. Kennedy, con sus respectivas esposas:
Clorinda Málaga de Prado y Jacqueline Kennedy. Washington, 1961



Datos personales

Mi foto
LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - LIMA BASQUE CENTER
New York, New York, United States
Ver todo mi perfil

Archivo del blog

  • ▼  2013 (17)
    • ►  diciembre (14)
    • ▼  julio (3)
      • LA TERCERA
      • LA TERCERA
      • LA TERCERA
  • ►  2011 (1)
    • ►  mayo (1)
  • ►  2010 (1)
    • ►  mayo (1)
  • ►  2008 (6)
    • ►  julio (1)
    • ►  mayo (1)
    • ►  abril (1)
    • ►  marzo (1)
    • ►  febrero (1)
    • ►  enero (1)

Entradas populares

  • (sin título)
     MENSAJE DEL PRESIDENTE DEL PERÚ, DOCTOR MANUEL PRADO Y UGARTECHE, ANTE EL CONGRESO NACIONAL, EL 28 DE JULIO DE 1945 Señores Repr...
  • (sin título)
    MENSAJE DEL PRESIDENTE DEL PERÚ, DOCTOR MANUEL PRADO Y UGARTECHE, ANTE EL CONGRESO NACIONAL, EL 28 DE JULIO DE 1944 Señores Representa...
  • (sin título)
     MENSAJE DEL PRESIDENTE DEL PERÚ, DOCTOR MANUEL PRADO Y UGARTECHE, AL CONGRESO NACIONAL, EL 28 DE JULIO DE 1942 Señores Representante...
  • (sin título)
    MENSAJE DEL PRESIDENTE DEL PERÚ, DOCTOR MANUEL PRADO Y UGARTECHE, ANTE EL CONGRESO NACIONAL, EL 28 DE JULIO DE 1941 Señores Represent...
  • (sin título)
    MENSAJE DEL PRESIDENTE DEL PERÚ, DOCTOR MANUEL PRADO Y UGARTECHE, ANTE EL CONGRESO NACIONAL, EL 28 DE JULIO DE 1943 Señor Presidente de...
  • (sin título)
     MENSAJE DEL PRESIDENTE DEL PERÚ, DOCTOR MANUEL PRADO Y UGARTECHE, ANTE EL CONGRESO NACIONAL, EL 28 DE JULIO DE 1940 Señores Repr...
  • LA TERCERA
  • (sin título)
    MENSAJE DEL PRESIDENTE DEL PERÚ, DOCTOR MANUEL PRADO Y UGARTECHE, ANTE EL CONGRESO NACIONAL, EL 28 DE JULIO DE 1943 Señor Presidente de...
  • (sin título)
    MENSAJE DEL PRESIDENTE DEL PERÚ, DOCTOR MANUEL PRADO Y UGARTECHE, AL CONGRESO NACIONAL, EL 14 DE FEBRERO DE 1942 Señores Representante...
  • (sin título)
    MENSAJE DEL PRESIDENTE CONSTITUCIONAL DEL PERÚ DOCTOR MANUEL PRADO Y UGARTECHE AL CONGRESO NACIONAL, EL 28 DE JULIO DE 1956 Señor...



Casi cuarenta años de reinado de don Juan Carlos





Felipe VI





Primer discurso íntegro del rey Felipe VI





Un mes de la proclamación de Felipe VI como rey


Tema Sencillo. Con la tecnología de Blogger.