MENSAJE DEL PRESIDENTE DEL PERÚ,
DOCTOR MANUEL PRADO Y UGARTECHE, AL CONGRESO NACIONAL, EL 14 DE FEBRERO DE 1942
Señores Representantes:
En homenaje a los altos ideales de América, a los postulados
de la justicia internacional en la convivencia fraterna de este hemisferio y a
los principios democráticos de nuestra organización política, vengo al seno del
Congreso Nacional a cumplir el deber de presentar a vuestra consideración el
Protocolo de Paz, Amistad y Límites, suscrito en Río de Janeiro, el 29 de enero
del presente año, por los cancilleres del Perú y del Ecuador, en presencia y
con intervención de los gobiernos de los Estados Unidos de Norte América,
República Argentina, Brasil y Chile, que ha puesto feliz término a nuestro
secular diferendo fronterizo con el país vecino del norte, a fin de que, en el
ejercicio de vuestras altas funciones constitucionales y a mérito de que él
consagra plenamente nuestros derechos territoriales, le prestéis vuestra
aprobación.
En mi mensaje del 28 de julio último os expuse el estado de
tirantez a que había llegado este conflicto y la necesidad en que se había
visto el Gobierno de repeler en el norte y en el nor-oriente los actos de
fuerza ejercitados por parte del Ecuador y de proceder a la ocupación de la
provincia del Oro, llevada a cabo por la acción combinada de nuestras fuerzas
de tierra, mar y aire, como único medio de evitar la repetición de tales
ataques a nuestras zonas fronterizas; y, entonces, al anunciaros las victorias
de nuestras tropas, cuando aún resonaba el eco de los clarines que, con su
acento marcial habían inflamado todos los corazones, textualmente os dije:
“Sostenido por los dictados de nuestra conciencia y por la voluntad resuelta de
un pueblo libre, hemos desenvainado la espada para defender nuestro derecho.
Sólo el reconocimiento de su augusto imperio, hará que nuestros soldados
vuelvan a sus cuarteles de paz”. Hoy, señores, medio año después de esa
afirmación de honor que hice a la nación desde esta misma tribuna, os traigo
con la más honda satisfacción ciudadana el testimonio real tangible e
inobjetable de haber cumplido la solemne declaración que formulé esa tarde
memorable de julio en la que, en este recinto y en los ámbitos del territorio,
la emoción patriótica desbordaba de todas las almas. Reconocidos, pues, en su
integridad los derechos del Perú por el Protocolo de Río de Janeiro y quedando,
así, ejecutoriado el crédito de mis palabras, os informo que nuestros soldados
han vuelto ya a sus cuarteles de paz.
Me es halagador ofrecer a mi patria, como tributo de mi
profunda devoción, este resultado definitivo del último problema limítrofe que
teníamos pendiente, si se considera que él, después de un largo y tormentoso
proceso de más de un siglo, había llegado a adquirir caracteres de suma gravedad,
porque, bajo el pretexto de un litigio de fronteras se pretendía discutir la
nacionalidad de nuestras provincias de Tumbes, Jaén y Maynas, que juraron
nuestra independencia.
Fue, entonces, que frente a tales circunstancias,
respondiendo a los imperativos de mis más arraigadas convicciones e
interpretando la voluntad indeclinable de la peruanidad, me impuse hacer
cumplir el mandato histórico que emana de la obra de los libertadores, al
constituir nuestras nacionalidades. Quedó identificada así la causa de la
intangibilidad de nuestras provincias con la vida misma del país y a su
servicio puse mi fe inquebrantable en los destinos de la patria y mi decisión
absoluta de ver realizada esta máxima aspiración de mi espíritu, confundido en
una sola e intensa vibración con todos los pueblos del Perú.
En el ejercicio de las elevadas funciones del gobierno me di
cuenta de que mis esfuerzos pacifistas se recibían con agresividad por el país
vecino y, advirtiendo el desarrollo de los planes que se preparaban, adopté,
con celeridad y previsión, todas las medidas indispensables y, en especial, las
de orden militar, para poner a la nación a cubierto de graves sorpresas; y, en
consecuencia, desde ese momento, una de mis mayores preocupaciones fue la de
orientar con firmeza nuestra política internacional y organizar y dirigir la
defensa de nuestra soberanía, como respuesta ineludible al pretendido
desconocimiento de nuestros derechos. Y bien sabéis que los hechos vinieron a
justificar plenamente las precauciones que hube de tomar, en resguardo de la
intangibilidad de nuestro suelo.
Merced a la oportunidad, amplitud y decisión con que estas
medidas fueron tomadas, se conjuraron los peligros que se cernían sobre el
cielo de la patria, librándose acciones inolvidables, en las que nuestras
Fuerzas Armadas se cubrieron de gloria, conquistando inmarcesibles laureles que
la historia ha incorporado ya en un lugar preferente, en el altar en que
atesora los símbolos de los grandes hechos.
Dentro de esas circunstancias continuaron desarrollándose las
gestiones diplomáticas iniciadas anteriormente con el ofrecimiento de amistosos
servicios de parte de los gobiernos de Argentina, Brasil y los Estados Unidos y
en las que mi actitud fue desde el primer momento marcar una directiva, situando
el problema en sus verdaderos términos y sin permitir que se discutiera nuestra
soberanía sobre ningún pedazo de nuestro territorio.
Y fue en Río de Janeiro, al margen de la Conferencia de
Cancilleres después de los infructuosos esfuerzos que se hicieron para que no
prevaleciera íntegramente la inflexible posición que habíamos adoptado, donde
se firmó el arreglo que, inspirado en la realidad, ha quedado cristalizado
definitivamente en el Protocolo.
Este instrumento, cuyas solemnes estipulaciones tienen fuerza
inconmovible, lleva en sí, para su fiel cumplimiento, la garantía de las
Repúblicas de Argentina, Brasil, Estados Unidos de Norte América y Chile; y
confirma plenamente las ponencias doctrinarias que el Perú formuló como bases
de entendimiento y que fueron trazadas en las notas de nuestra Cancillería de
12 y 23 de mayo de 1941; las que fueron mantenidas en la respuesta de 14 de
agosto a los representantes de los países oferentes de los buenos oficios y en
la contestación a la circular cablegráfica del Canciller mexicano, de 23 de
setiembre del mismo año, documentos todos que merecieron vuestra aprobación y
el aplauso de la ciudadanía.
La línea limítrofe fijada en el artículo Octavo del Protocolo
en referencia, es la que en derecho, le correspondía al Perú, en el momento de
su independencia, tanto en la costa como en la Amazonía, comprendiendo los ríos
Marañón y Amazonas, con todos sus afluentes septentrionales y meridionales. Con
ella la intangibilidad de nuestra soberanía ha recibido una confirmación
rotunda y definitiva, lo que ha significado para mí el alto honor de haber
hecho realidad nuestra posesión y dominio de esas vastas regiones donde flamea
hoy, y flameará por siempre, la enseña de la patria.
El Perú, por su parte, fiel a su compromiso, ha llevado a
término, antes del vencimiento del plazo estipulado, la desocupación de la
provincia del Oro y situado sus fuerzas en la línea descrita en el artículo
Octavo del Tratado, donde permanecerán hasta la ejecución total del Protocolo;
y, mientras tanto, el Ecuador tendrá solamente jurisdicción civil en las zonas
desocupadas, que quedan en las mismas condiciones en que ha estado la zona
desmilitarizada por el Acta de Talara.
Tal es, señores Representantes, el trascendental significado
de este pacto que el Perú entero ha recibido con júbilo porque ha visto en él
la realización de sus legítimas aspiraciones y porque sabe también que este
acontecimiento le ofrece nuevos e ilimitados horizontes a su acción solidaria y
creadora.
Me complace declarar, señores Representantes, que en esta
tarea, vuestra ilustrada y patriótica cooperación, así como la de los
distinguidos colaboradores que han participado en las diversas actividades de
este largo proceso, han comprometido mi reconocimiento y el del país, destacando
de modo especial, los eminentes servicios prestados en Río de Janeiro por el
Ministro de Relaciones Exteriores.
En este acto que reviste la solemnidad de los grandes días de
la patria, deseo que mi voz se eleve desde esta tribuna, que tiene como
auditorio, no sólo el ámbito de la nación peruana, sino el de América toda,
para testimoniar mi cálido homenaje a los gobiernos de Argentina, Brasil,
Estados Unidos de Norte América y Chile, así como a sus dignos representantes,
por la noble tarea que han llevado a feliz término con el Tratado de Río de
Janeiro, que ha sellado para siempre la amistad del Perú y del Ecuador, y en
cuya gestión los ha acompañado el aplauso de los demás países del continente, a
los que hago extensivo este homenaje, en nombre del pueblo peruano.
En esta oportunidad, en la que estamos escribiendo el último
y brillante capítulo de este proceso histórico, renuevo mis felicitaciones a
nuestros Institutos Armados que supieron cumplir gloriosamente su misión y me
inclino, con profunda veneración, ante la memoria de los valientes soldados que
rindieron sus vidas, defendiendo, con heroísmo, las tierras sagradas del Perú,
regándolas con la simiente fecunda de su sangre generosa.
Señores Representantes:
Considero insigne honor, que mis conciudadanos me hubiesen
hecho depositario de su confianza en los momentos más difíciles de nuestra vida
republicana. Esa grave responsabilidad la asumí por entero, pensando en que,
por grande que ella fuese, siempre la superarían mi fe y mi decisión de servir
al país, sin omitir sacrificio alguno, aun al precio de mi propia existencia.
La Providencia me ha concedido la gracia de que mis desvelos
y mi consagración a los intereses de la patria, se vean colmados por la hermosa
recompensa moral que hoy me da título para poder decir que he cumplido mi
deber, terminando el último litigio de fronteras, en la forma que fija el Pacto
de Río y estableciendo las bases sobre las que continuaremos laborando, en un
ambiente de paz y armonía continentales, por la prosperidad común, con
perseverancia y abnegación que sirvan de estímulo y ejemplo a las futuras
generaciones.
Pero como, en la inexorable sucesión de los acontecimientos,
el término de una etapa es el comienzo de otra nueva hacia objetivos
superiores, la liquidación de este viejo problema limítrofe abre, ante nuestras
miradas, perspectivas que reclaman una acción inmediata, tanto en orden a las
necesidades de la defensa del hemisferio, como en la resolución de las
múltiples cuestiones que afectan al desenvolvimiento progresivo de las
actividades nacionales.
La tormentosa situación por la que atraviesa el orbe nos
plantea situaciones de magnitud sin precedentes y el Estado, como suprema
fuerza reguladora de los intereses colectivos, tiene que afrontar, de modo resuelto
y con amplio sentido previsor, la organización de las fuerzas productoras y de
las capacidades útiles, a fin de responder con prontitud y eficacia a
perentorias exigencias.
Vivimos una hora en la que están gestándose profundas
rectificaciones históricas en la estructuración económica del mundo. Y,
respondiendo a las supremas necesidades, precisa plasmar en sus lineamientos
fundamentales, la nueva política americana, orientada hacia el desarrollo
intensivo y acelerado de la explotación y aprovechamiento de sus propios
recursos, dentro de un amplio y elevado sentido de solidaridad.
Corresponde al Perú desempeñar un papel preponderante en esta
vasta tarea de cooperación internacional, ofreciendo las múltiples y variadas
riquezas de su suelo a la acción fecunda de la técnica y del esfuerzo humano.
Dentro de este pensamiento que tiene la fuerza
incontrovertible de las realidades imperantes, encauzo mi política gubernativa
hacia nuevas y enérgicas orientaciones que responden a vitales demandas
colectivas, acometiendo, sin tardanza y con optimismo, las vigorosas empresas
que han de transformar las condiciones generales del país, yendo a buscar a la
fuente misma de la naturaleza, los elementos que han de convertirse en
prosperidad y bienestar para los peruanos.
En esta obra, que dará su verdadera fisonomía y personalidad
al Perú, sé que seguiré contando, señores Representantes, con vuestras luces y
con vuestro resuelto y unánime apoyo, y con el de toda la ciudadanía, y en la
ejecución salvadora apartaremos inexorablemente de nuestro camino a los
pesimistas y vacilantes, puestos siempre de espaldas al porvenir, a quienes
toda innovación y dificultades acobardan, sin querer comprender que, en las
horas decisivas de la Humanidad, sólo prevalecen los pueblos que tienen el
coraje de luchar y llevan en el alma la poderosa decisión de vencer.
El Gobierno, en el desarrollo de su programa de acción
constructiva, está empeñado en utilizar el incalculable acervo potencial del
país en materias primas reclamadas por la industria, intensificando la apertura
de grandes vías de comunicación, organizando nuestros medios de transportes
marítimos, fluviales, terrestres y aéreos, adoptando múltiples medidas
destinadas a poner en intensa actividad nuestras fuentes de riqueza.
Terminada la constante preocupación que me dominaba y
asegurada para siempre los límites de nuestra dilatada región amazónica,
dedicaré mis esfuerzos, con igual empeño e indomable voluntad, a la
transformación de nuestra selva, llamada a ser un nuevo y venturoso Perú.
Me asiste la evidencia de que los pueblos de nuestro oriente
y los valientes colonos diseminados en la inmensa extensión de la floresta, a
quienes deseo hacer llegar mis expresiones de cálido afecto y de esperanza,
responderán, con fervoroso entusiasmo, a este llamado que significa para esta
legendaria región su nexo definitivo con la civilización y con el progreso bajo
el bicolor nacional.
En esta hora constructiva que embarga todas mis energías,
será para mí, y para el Perú entero, motivo de verdadera satisfacción abrir los
brazos fraternos al Ecuador y marchar unidos, asegurando la felicidad de ambos
pueblos, como lo expresé a su Presidente en mi cablegrama del 29 de enero,
apenas tuve conocimiento de la firma del Protocolo.
Ha llegado la hora venturosa del olvido de pasados errores y
agravios. En la renovación eterna de los valores humanos, los hombres y los
pueblos que saben ser grandes y generosos, tienen siempre puesta la mirada en
el porvenir y con los corazones en alto avanzan imperturbables, realizando
siembras promisoras en los fértiles campos de la verdad, del trabajo y del
bien. Compenetrado de estos sentimientos, el Gobierno está realizando la misión
histórica de colocar al Perú en el rango que le corresponde en el concierto de
las naciones de este hemisferio.
Señores: El 8 de diciembre de 1939, al recibir en esta Sala
del Congreso la insignia Presidencial, prometí ser el primer servidor de la
nación. Cumpliendo esa promesa, no he faltado un solo día, ni una sola hora, en
mi puesto de comando, y os afirmo que, aunque arrecien las tormentas por el
desencadenado fuego que envuelve al mundo y cualesquiera que fuesen las
situaciones que puedan surgir, el país me encontrará siempre de pie en el sitio
de responsabilidad y de honor para el que fui designado por la voluntad de los
pueblos del Perú, y desde él seguiré siendo, como hasta hoy, el infatigable
conductor de sus grandes destinos. Para alcanzar este supremo anhelo, os
ofrezco, una vez más, la pureza de mis intenciones, la sinceridad de mi patriotismo
y mis energías y esfuerzos en el máximo de sus posibilidades.
La guerra, al extenderse hacia uno de los Estados de la
comunidad americana, comprometiendo la seguridad del continente, ha despertado
el sentido vital que en las horas culminantes generaron las magnas epopeyas de
la independencia y del 2 de mayo de 1886, y en las que América tuvo, como hoy,
el solo pensamiento y la sola voluntad de alcanzar, primero, su libertad y
defenderla, después, manteniendo su soberanía y la intangibilidad de su
organización democrática.
La estrecha comunión de ideales y de propósitos entre
gobernantes y gobernados y la voluntad resuelta de alcanzarlos, determina en la
vida de los pueblos el acortamiento de todos los plazos requeridos para su
evolución y progreso integrales, efectuándose, así, en breves periodos de
tiempo, una obra plena de realizaciones y conquistas, para la que necesitarían
prolongadas esperas, acompañadas de tanteos, indecisiones y fracasos, si no
existiera esa unidad de aspiraciones y de esfuerzos de la que el Perú es un
elocuente y hermoso ejemplo.
Habiendo prestado atención a todas las voces y a todos los
llamados que brotan del alma del pueblos, puedo proclamar mi honda satisfacción
por haber logrado suprimir las divisiones, los antagonismos y las
incomprensiones entre los peruanos, unidad nacional que constituye el
fundamento sobre el que reposa el bienestar y la ventura colectivos.
Es así como ha sido posible que en el lapso de sólo dos años,
vale decir apenas un segundo en el devenir del tiempo y de la historia, hayamos
realizado una obra cuyos más altos signos están constituidos por el progreso
alcanzado por el Perú en todos los órdenes de la actividad material y
espiritual, por la brillante victoria arrancada por nuestras armas en defensa
de la integridad territorial, por el reconocimiento expreso y definitivo, en
Río de Janeiro, de nuestros seculares derechos, por la vigorización de nuestro
prestigio internacional y por la afirmación, en nuestra política interna y
externa, de los genuinos principios democráticos que han constituido el caro y
firme ideal de nuestros mayores.
Legisladores:
En esta nueva era que se inicia para el mundo y que ha de
representar una profunda revalorización de los intereses humanos y un nuevo
sentido de la justicia y de la vida, hagamos del Perú la gran patria del
porvenir, donde el imperio de la libertad y del derecho den a las fuerzas vivas
del país todas las posibilidades de su desarrollo, todas las garantías para su
acción constructiva y social, creándose una mística nacionalista que nos lleve
a la conquista de nuestro progreso y de nuestra grandeza, en marcha triunfal.
ANEXO
Terminada la lectura del trascendental documento, el
Presidente Prado declaró instalado el Congreso, en la Segunda Legislatura Extraordinaria
de 1941. Luego la banda de músicos de la Escuela Militar de Chorrillos ejecutó
el Himno Nacional, el que fue entonado por todos los asistentes, retirándose,
acto seguido, el Jefe del Estado, entre vivas y aclamaciones de la multitud que
ocupaba todos los compartimientos del Palacio Legislativo, acompañado de su
gabinete ministerial y de los miembros de su Casa Militar. Al advertir la
presencia del Presidente de la República, la masa ciudadana que llenaba la
plaza Bolívar en toda su extensión, prorrumpió en vivas al mandatario que éste
agradeció sonriente. Luego partió el carruaje por las calles de Zárate, San
José y Arzobispo entre los jubilosos vítores de la multitud. Así llegó, entre
las aclamaciones de sus conciudadanos, al Palacio de Gobierno, el hombre
singular que rige los destinos de la patria, y que ha hecho el milagro de
mantener intangible la peruanidad de tres provincias tan caras al sentimiento
nacional, después de más de un siglo de inquietudes y asechanzas.
EL HOMENAJE AL DOCTOR MANUEL PRADO
Después de retirarse de la sala de sesiones de la Cámara de
Diputados el Presidente de la República, continuó la sesión del Congreso,
dándose cuenta de la siguiente Moción de Orden del Día, leída por el Relator.
El Congreso Nacional;
Considerando:
Que el ciudadano Manuel Prado, que ejerce la Primera
Magistratura de la República, ha comprometido de manera singular la gratitud
nacional, tanto por la alta y atinada dirección que imprimió a la reciente
campaña militar del Norte y Nor-Oriente, tan brillantemente cumplida por
nuestras Fuerzas Armadas, cuanto por la indeclinable orientación dada por él a
nuestra política internacional para la solución del problema limítrofe con la
República del Ecuador;
Que corresponde al Presidente de la República la indiscutible
gloria de haber alcanzado, en el Protocolo de Río de Janeiro, suscrito el 29 de
enero último, la feliz consagración de nuestra tesis de derecho, controvertida
durante más de una centuria, por la que se reafirma la peruanidad definitiva de
las provincias de Tumbes, Jaén y Maynas;
Que en tal forma se ha puesto fin al último litigio
fronterizo de América y sellado, en consecuencia, por acción del Perú, la
armonía y solidaridad continentales;
Que todas las fuerzas vivas de la nación han exteriorizado su
aplauso fervoroso y unánime a la persona y la política del Presidente de la
República; y
Que el Congreso debe, interpretando el reconocimiento
nacional hacia el Jefe del Estado, rendirle un homenaje extraordinario que sea
el símbolo perdurable de ese reconocimiento.
Declara:
Que el Presidente de la República, doctor Manuel Prado,
merece bien de la patria y ha comprometido la gratitud nacional; y
Resuelve:
Condecorarlo con la insignia única de la Gratitud Nacional,
la que consistirá en un gran collar con los emblemas nacionales, que llevará la
siguiente leyenda: “El Perú a Manuel Prado, defensor de la integridad
nacional”.
Esta condecoración será entregada por el Presidente del
Congreso, el 28 de julio del presente año, en ceremonia que se realizará en el
Palacio Legislativo con la asistencia de los Poderes del Estado.
Lima, 14 de febrero de 1942.
(Firmado). Gerardo Balbuena, Octavio Alva, Carlos Sayán Álvarez,
Enrique Torres Belón, Carlos Concha, Roberto Mac Lean y Estenós, Antonio de La
Torre, Julio Ferrand, V. M. Arévalo, Manuel Cacho Sousa, Elías Lozada
Benavente, Armando Montes de Peralta, Rómulo Jordán Cánepa, Manuel Ángel Ganoza
Chopitea, J. Urdanivia Ginés, J. A. Escalante, José S. Pancorbo, Alberto
Velásquez Onetto, Víctor L. Criado y Tejada, Francisco Pastor, A. F. Dasso,
Florencio Portocarrero Olave, Darío C. Gutiérrez, Néstor Torres, Víctor Elías,
O. A. Fernández, Enrique Silva Elguera, M. Leopoldo García, Carlos A. Barreda,
Abelardo Pardo Lezameta, Moisés Estremadoyro, Gustavo A. Gorriti, Oswaldo
Aguirre Morales, Luis González Orbegoso, J. Bustamante B., Juan José Teves
Lazo, Enrique B. Rubín, José El Koecklin, Víctor M. Zapata, Ernesto F. Gayoso
Ugaz, Ernesto Diez Canseco, Oscar Medelius, César A. Miranda, Teobaldo J.
Pinzás, Carlos G. Arévalo, Luis Felipe Andrade, Humberto More Mavila, Benjamín
de la Torre R., José M. Olivera, Santiago E. Antúnez de Mayolo, Federico
Uranga, R. Badani, Dante Castagnola, Fernando Luis Castro Agusti, Isaías Méndez
M., Carlos Bohol, Carlos Aramburú S., Pedro Dulanto, Adolfo Bayro Sánchez,
Segundo Sergio Rodríguez, Luis Rodríguez, Gonzalo Carrillo Benavides, H.
Vallenas, Guillermo Boza Aizcorbe, Humberto Solari Hurtado, Gonzalo Salazar,
Fortunato A. Marín, Luis Iparraguirre, Nilo E. Lambruschini, J. Teodosio
Salcedo, Leoncio Martínez, Emiliano Vélez, Mariano Ocampo, Leopoldo Pérez
Salmón, Juvenal Monge, Raúl
A. Pinto, Pablo Antonio Rada, Ernesto More, Javier Belaúnde,
Luis Guillermo Cornejo, Lizardo Vélez López, C. P. Valderrama, José V.
Manchego, Rodrigo Zárate, Telmo Maximiliano, M. T. Calle Escajadillo, Reinaldo
Saavedra Pinón, Manuel Martel Díaz, E. R. Lanatta, Eduardo Fontcuberta
Mendizábal, Juan P. Luna, M. A. Morán, M. O. Hidalgo, M. A. Urquieta, Humberto
Eduardo de Amat, Federico Bolognesi, Víctor F. Baca, W. Barrón, M. I. Cevallos
Gálvez, O. F. Boza, Emilio Delboy, J. Clodomiro Chávez, Manuel J. Tueros, P.
Pisconti, Carlos de la Puente, A. E. Risco Gil, R. Paniagua y Rojas, Jorge
Checa, A. C. Peñaloza, P. L. Repetto, P. Ruiz Bravo, L. Hidalgo Reyes, R.
Garmendia, F. Reyna Meléndez, C. Ayulo y Laos, Jorge Sousa Miranda, M. E.
Mendoza, G. Cáceres Gaudet, Vicente Peña Maceda.
La anterior Moción fue recibida entre nutridos aplausos al
ser leída por el relator de la Cámara, motivando un interesante debate, en el
cual, hombres tan singularizados por su posición política, como el Presidente
de la Comisión Diplomática del Senado, doctor Carlos Concha; el Senador por San
Martín, doctor Víctor M. Arévalo; el Presidente de la Comisión Diplomática de
la Cámara de Diputados, doctor Carlos Sayán Álvarez; y los representantes
doctores Roberto Mac Lean Estenós y Segundo Sergio Rodríguez, se pronunciaron,
junto con otros parlamentarios, haciendo el más vivo elogio del Presidente
Prado, de su vigilante patriotismo, de su entereza para defender los derechos
del Perú y de su abnegación y sacrificio por la patria. Vamos a reproducir, a
continuación, el texto íntegro del debate en torno de la moción, por el
histórico interés de su contenido:
El señor PRESIDENTE.-En debate la moción que se acaba de
leer.
El señor Diputado BALBUENA.-Pido la palabra.
El señor PRESIDENTE.-Tiene la palabra el señor Diputado
Presidente1.
El señor BALBUENA.-Señor Presidente: He solicitado el honor
de hacer uso de la palabra en este momento solemne, sobre la moción que expresa
el sentimiento unánime de justicia que anima al Congreso.
Manuel Prado, con su esfuerzo, con su empeño patriótico, con
su generosidad, con la nobleza de su espíritu, con todas sus virtudes, se ha
puesto incondicionalmente al servicio de la patria y ha conquistado para ella
la consagración definitiva de sus derechos.
El Perú debe rendirle el homenaje de su gratitud y de su
reconocimiento, y esta gratitud y este reconocimiento deben hacerse carne en
una insignia que los haga perdurar. Es a su esfuerzo empeñoso y a su actuación
de gobernante solícito por el bien público que el Perú debe haber logrado el
éxito que todos jubilosamente aplaudimos. La moción consagra este juicio de la
nacionalidad por la reafirmación de ser definitivamente peruanas, por virtud
del Protocolo de Río de Janeiro, Tumbes, Jaén y Maynas.
Esta proposición debe ser aprobada, dispensándola de todo
trámite, en la sesión que hoy celebra el Congreso y yo pido que a Manuel Prado,
que ha guiado los
1 Se refiere al Presidente de la Cámara de Diputados.
destinos del país por el sendero que conduce a la conquista
de su glorioso porvenir, se le demuestre en esta forma la gratitud que el Perú
tiene por él.
Los aplausos con que ha sido recibida la moción me relevan de
fundamentarla, aún más, pero sí puedo expresar que viven en la vida y en la
historia tan singulares coincidencias, que llevan el espíritu a meditar sobre
los imperativos de la estirpe y sobre el acatamiento a las voces del pasado
glorioso. Hoy, como hace setenta y cinco años, después de la tarde radiante del
Dos de Mayo, el Perú presenta al mundo su victorioso esfuerzo por defender sus
derechos en la guerra y su elevado espíritu de concordia y solidaridad
americanas.
Por esto pido que se dispense de todo trámite la proposición
sometida al conocimiento del Congreso y que éste le dé, por aclamación, su voto
aprobatorio.
El señor PRESIDENTE.-Se considerará en su oportunidad la
solicitud del señor Presidente de la Cámara de Diputados.
El señor Diputado SAYÁN ÁLVAREZ.-Pido la palabra.
El señor PRESIDENTE.-Tiene la palabra el señor Diputado Sayán
Álvarez.
El señor SAYÁN ÁLVAREZ.-Señor Presidente: Ocasión solemne es
la que tiene hoy el Congreso para rendir justificado homenaje al señor
Presidente de la República; ocasión solemne que se proyectará en el curso de la
Historia del Perú como uno de los acontecimientos más grandes: El haberse
sometido a su aprobación el Protocolo de Río de Janeiro, traído en persona por
el propio Jefe del Estado, al seno del Parlamento Nacional para, con ese acto,
expresarnos su profunda satisfacción personal y que, como Presidente de la
República, ha experimentado al someterle el Tratado que pone término al
diferendo con el Ecuador, que es en la Historia de la vida republicana del Perú
el único, tal vez, que ha satisfecho ampliamente las justas expectativas
territoriales de la nación peruana.
El Congreso en esta oportunidad no podía recibir la presencia
del señor Presidente de la República sin exteriorizar, en forma ardorosa,
patriótica y entusiasta, la complacencia nacional por el triunfo diplomático
ofrecido al país, que afirma sobre base sólida el optimismo del Perú de
sentirse en adelante no solamente fuerte para resolver sus propios problemas,
sino también fuerte en el concierto de las naciones americanas para hacer oír y
respetar sus derechos internacionales.
Yo, señor, no podía dejar de tomar la palabra, como
Presidente de la Comisión Diplomática de la Cámara de Diputados, para
fundamentar esta proposición que se hace al Congreso y hacer resaltar ante la
conciencia pública y la nación entera, los méritos indiscutibles del Presidente
Prado que ha orientado la acción diplomática del Perú con firmeza patriótica,
determinando que la gestión diplomática se conduzca con aciertos cuyos
resultados en el futuro se verán claramente. Y es por ese optimismo y confianza
en el porvenir que ha podido afrontar las dificultades del camino con justeza y
decisión y llegar a la culminación de la jornada asegurándole al país un éxito
rotundo en la solución de sus diferencias con el Ecuador.
La circunstancia de haber sido especialmente solicitado por
el Jefe del Estado para concurrir como asesor a la Conferencia de Río de
Janeiro, me ha permitido apreciar cómo la acción internacional dirigida por el
Presidente Prado ha conducido hacia el triunfo la tesis peruana, no solamente
para que se consagre en ese Protocolo sus expectativas territoriales, sino para
que en esa oportunidad el Perú acreciente su firmeza y afiance sólidamente su
prestigio hoy, como en otros tiempos, escribiendo una de las páginas más
gloriosas de la solidaridad internacional americana. He podido apreciar, señor,
que el Presidente Prado ha despejado la atmósfera turbia creada interesadamente
para que el Perú apareciese en el concierto internacional como un país poco
afecto a la causa democrática. He visto también cómo la acción contundente y
clara, ante la faz de América, del Presidente Prado, ha despejado esa atmósfera
haciendo que el ambiente internacional diera paso a la tesis del Perú con que
sostiene la integridad de su territorio y su derecho a las provincias de
Tumbes, Jaén y Maynas, en contra de la gestión internacional del Ecuador.
Por todo esto es que no puedo dejar de levantar mi voz para
proclamar con toda la fuerza de la verdad, con todo el desinterés del
patriotismo, que se han satisfecho las expectativas del Perú; para proclamar
cómo el Presidente Prado ha realizado el más grande de los beneficios a la
nación, cómo el país ha de reconocerlo con gran fervor patriótico, cómo el
Congreso, con amplísima justificación, le ha de otorgar este símbolo eficaz del
respeto y del agradecimiento de la ciudadanía.
Además, señor Presidente, otro de los grandes beneficios que
se han de derivar de este arreglo, es que nuestro país fuerte, con industrias
progresistas, con organización económica vigorosa, sin las preocupaciones e
interferencias derivadas de este conflicto antes de resolverse, marchará ahora
seguro hacia un porvenir venturoso con todo optimismo, con toda la pujanza de
su esfuerzo, con creciente firmeza desarrollando su acción nacional e
internacional.
Por eso creo, señor Presidente, que este proyecto entraña un
acto de verdadera justicia y confío que todos los señores Representantes, con
celo, con decisión y con entusiasmo, le prestarán su voto. Y pido, proclamando
ahora ese entusiasmo, que ese voto se produzca por aclamación.
El señor Diputado MAC LEAN Y ESTENÓS.-Pido la palabra.
El señor PRESIDENTE.-Tiene la palabra el señor Diputado por
Tacna.
El señor MAC LEAN Y ESTENÓS.-Señor Presidente: Refrenda el
Congreso un mandato dictado por los sentimientos nacionales y por la gratitud
de la patria, al aprobar, como seguramente va a hacerlo dentro de breves
momentos, el proyecto por el que se otorga el máximo galardón democrático al
señor Presidente de la República don Manuel Prado, cuya acción de gobernante ha
enaltecido, con legítimas glorias, la Historia del Perú contemporáneo.
El Perú, por obra del Presidente Prado –no hay hipérbole
alguna en declararlo– ha reasumido con brillantes caracteres, después de
ochenta años de esperanzas, su misión codirectora en la política y en los
destinos continentales. Río de Janeiro ha sido el magnífico escenario donde
acaba de culminar, hace pocos días, la definitiva rehabilitación internacional
de nuestra patria, tan anhelada durante varias generaciones, tan afanosamente
perseguida por no pocos de nuestros gobernantes y tan brillantemente lograda
por el esclarecido ciudadano a quien la nación le entregó, hace dos años, el
honor y las responsabilidades del Gobierno.
América sabe, señores Representantes, que al Presidente Prado
se le debe, en gran parte, el éxito rotundo de la III Reunión Consultiva de
Cancilleres. En las horas inciertas de las vacilaciones iniciales, cuando la
desorientación y la duda sobrecogían a no pocos dirigentes, cuando en la
encrucijada de todas las asechanzas era todavía una incógnita la actitud del
Nuevo Mundo ante la guerra y peligraba la eficacia del cónclave de cancilleres,
el Presidente Prado, asumiendo resueltamente la responsabilidad de esas horas
de tremenda angustia continental, dictó las normas de la conducta nacional,
enérgica y decidida, puso fin así a las vacilaciones internacionales, le trazó
un rumbo al continente y salvó con ello, junto con el prestigio de la
Conferencia de Río, el presente y el porvenir de la América. Al Perú también,
por decisión de Prado, le correspondió el privilegio histórico de ser el primer
país del Nuevo Mundo que, haciendo honor a la palabra empeñada, en cumplimiento
de las recomendaciones de Río, rompió sus relaciones diplomáticas con las
potencias del Eje. “El Perú –dijo entonces el Secretario de Estado Mr. Cordell
Hull enalteciendo la actitud de nuestra patria– ha dictado una hermosa lección
que las demás naciones americanas deben imitar”.
Nosotros, los miembros de la Comisión Diplomática del
Congreso y los asesores de la delegación del Perú a la III Reunión Consultiva
de Cancilleres, somos testigos de excepción de la firmeza patriótica e
indoblegable del Presidente Prado para defender, en el litigio fronterizo del
norte, los derechos del Perú, la integridad nacional, la peruanidad de las
provincias de Tumbes, Jaén y Maynas y nuestra dignidad de nación soberana,
libre e independiente. Gloria suya fue la gran victoria militar de Zarumilla
que rejuveneció, con nueva frescura, los laureles históricos de nuestros
institutos armados. Gloria suya es la gran victoria diplomática que cierra el
agitado capítulo de nuestras pendencias fronterizas, respetando escrupulosamente,
todos nuestros derechos en la Amazonía y realizando los más caros ideales de la
peruanidad. Al cumplir así el juramento solemne que hizo ante el altar de la
patria, Manuel Prado se ha mantenido fiel a las tradiciones de su estirpe,
puestas en todo momento al servicio indeclinable de la República y ha seguido
el camino que le marcaron sus antepasados que lucharon en los campos de
batalla, hace más de un siglo, por la libertad de la patria, su propio padre el
general Mariano Ignacio Prado que le dio al Perú la gloria auténtica del Dos de
Mayo de 1866; su hermano Leoncio Prado que iluminó con su martirio la noche
trágica del desastre; su hermano Javier, uno de los apóstoles de la cultura y
de la democracia en América.
Pocos gobiernos, como el de Manuel Prado, han tenido que
luchar con circunstancias tan adversas en la vida nacional e internacional. Al
sumir por mandato del pueblo la Primera Magistratura, la conflagración en el
Viejo Mundo proyectaba en todo el orbe los signos de una crisis económica sin
precedentes en la historia de la humanidad. Las iras y caprichos de la
naturaleza agravaban estas perspectivas, un día asolando con el terremoto a
nuestras mejores ciudades y puertos, otro día devastando con mortíferas sequías
nuestros valles más productores o flagelando a regiones antes florecientes con
el pavor y la catástrofe de las inundaciones. Una guerra y graves
complicaciones diplomáticas ensombrecían, aún más, el cuadro de las inquietudes
y zozobras nacionales. Pero la energía indomable del Presidente Prado se
sobrepuso a todas esas graves contingencias. Su fe y su acción hicieron el
milagro laico de vencer al destino adverso y de cambiar los rumbos de la
historia. Y por eso, a despecho de todas las adversidades y en contraste con la
realidad de otros pueblos, contemplamos ahora en el país un renacer de todas
las energías, una realización de todas las esperanzas, un robustecimiento de
todos los optimismos y una conciencia profunda de nuestra propia vitalidad como
nación. Nunca como ahora el Perú fue tan grande. Nunca fue tan fuerte. Nunca
tan respetable y tan respetado.
Merece el bien de la patria el estadista que ha sabido
realizar toda esa obra portentosa. Y esa gratitud nacional, señores
Representantes, es la que va a perennizarse en el simbólico homenaje que, a
nombre del Perú, va a tributarle el Congreso a Manuel Prado como un justiciero
anticipo al veredicto de la historia y a la consagración de la posteridad.
El señor Senador ARÉVALO.-Pido la palabra.
El señor PRESIDENTE.-Tiene la palabra el señor Senador por
San Martín.
El señor ARÉVALO.-Señor Presidente: La Presidencia, al
conceder la palabra al Senador por San Martín, justifica el que yo haga uso de
ella ya que el departamento de San Martín es, señores Representantes, como bien
lo sabéis, tierra de la antigua Comandancia General de Maynas. El Senador por
esas tierras tiene que expresar en esta solemne oportunidad, con el alborozo de
ellas, su intensa satisfacción patriótica por el Protocolo de Paz, Amistad y
Límites que se acaba de firmar en Río de Janeiro como magna coronación del
esfuerzo titánico del Presidente Prado por defender la heredad que la patria
peruana ha constituido siempre, moral y materialmente, y que afirma y consolida
de una vez por todas, los derechos de soberanía seculares del Perú sobre
nuestra Amazonía. La obra internacional de Río pone término a una etapa de
inquietudes del oriente peruano y abre otra de diáfana tranquilidad en que el
trabajo transformará nuestra selva ubérrima para dar a la grandeza de la patria
futura, su hace tantos años debida colaboración.
El homenaje que la proposición en debate contiene, declarando
que el Presidente Prado merece bien de la patria y que ha comprometido la
gratitud de la nación y resolviendo perennizar tal gratitud creando una
especial y única condecoración para este ciudadano ejemplar, es el tributo del
pueblo peruano sin diferencias de clase y con una sola ideología de exaltación
nacional, sin interferencia, ya que impropio sería decir que las hay cuando son
los auténticos personeros de ese pueblo los que lo tributan. En este homenaje,
singularmente quiero expresar el reconocimiento y la gratitud de todo el
oriente peruano, del que soy nativo y Representante, al Presidente Prado,
quien, con visión de estadista certero, supo orientar nuestro problema de
límites centenario y con voluntad férrea e indomable, como sólo corresponde a
los patriotas convencidos, ha sabido mantener la posición del Perú, firme y sin
vacilaciones ni aún ante las peores acometidas del proceso de las negociaciones.
El oriente peruano, señor Presidente y señores Representantes, ante esta figura
nacional, expresa en estos momentos, con entusiasmo fervoroso, el orgullo de su
peruanidad proclamada en el momento mismo de la constitución de nuestra
nacionalidad libre y espontáneamente, y mantenida siempre con ardor vivificante
y dando calor a sus pobladores. El Presidente Prado acaba de culminar para
nosotros la obra del Perú de todos los instantes, que nos ha amparado bajo los
pliegues de nuestro glorioso bicolor, estimulando nuestro patriotismo. Gracias
al pacto que se acaba de firmar el oriente peruano podrá ya realizar en
adelante su propio destino de contribución amplia y fecunda a la hora de
grandeza del Perú; destino que comenzará a realizarlo de inmediato bajo la
acción tesonera del Presidente Prado, quien acaba de manifestar solemnemente en
este mismo recinto y hace sólo unos minutos, que terminada su preocupación de
establecer la línea de fronteras de nuestra selva, pondrá su indomable voluntad
al servicio de la transformación de ella.
En el oriente, al celebrarse como se está celebrando el
cuarto centenario del descubrimiento del Amazonas, se entonan himnos de
gratitud a la patria toda, ya que, por feliz coincidencia, el Pacto de Río de
Janeiro se ha firmado cuando se acercaba la fecha en que Francisco de Orellana
descubrió en la boca del Napo el gran Río Mar.
Ante todas las naciones de América, en Río de Janeiro se ha
obtenido la confirmación definitiva de los derechos seculares del Perú a una
línea de frontera que fue trazada, hace más de cien años, por la libre
determinación de los pobladores de la Amazonía. El Protocolo en que estos
derechos se reconocen, pende ya sólo de la aprobación de los Congresos del Perú
y el Ecuador y ojalá que muy pronto podamos celebrar este acontecimiento para
prestigio de América y de los dos pueblos interesados, y como una prueba de que
los pueblos de América tienen ya la conciencia de que su destino está en la
colaboración de unos con otros y en la ayuda recíproca.
La obra internacional del Presidente Prado, que motiva la
proposición en debate y que lleva la firma de casi todos los señores
Representantes, es la culminación de la que realizaron los diversos gobernantes
en la República y, principalmente, el Gran Mariscal Castilla, quien se preocupó
de la navegación en el Amazonas peruano y que fortificó puntos vitales y
estratégicos de nuestra Hoya Amazónica; de la realizada por nuestros
exploradores, cuya lista sería muy larga, que realizaron obra de afirmación de
fe al mismo tiempo que llevaron a la selva el estímulo de nuestra costa y de
nuestra sierra; de nuestros soldados que con espíritu abnegado, han dejado sus
vidas proclamando la virilidad de nuestra raza y la peruanidad de nuestra selva
a través de más de cien años; y de nuestros caucheros que, con intrepidez
extrajeron su riqueza principal de otra hora a nuestra selva a fin de dar a la
nación los dineros necesarios para su desenvolvimiento y grandeza actual y que,
en más de una vez, fueron los centinelas avanzados de la República.
De hoy en adelante, señor Presidente, el Perú entero y con el
Perú nuestro vasto oriente, vivirán una etapa de trabajo sin las inquietudes
pasadas, y bajo esta etapa lograremos el puesto de honor que nos corresponde en
el concierto de las naciones de América. Al Presidente Prado le deberá la
República su futura grandeza y esta grandeza la alcanzaremos prontamente
poniendo la mano del gobierno en los múltiples problemas de la Amazonía. El
Pacto de Río de Janeiro, del 29 de enero último, significa el mayor triunfo
diplomático del Perú independiente, y es también, el punto inicial de la gran
cruzada de esfuerzo y de trabajo que superará a nuestro pasado y nuestro
presente y que hará surgir un Perú como el de nuestros incas.
El señor Diputado SAAVEDRA PINÓN.-Pido la palabra.
El señor PRESIDENTE.-Puede hacer uso de la palabra el señor
Diputado por Lamas.
El señor SAAVEDRA PINÓN.-Señor Presidente: Cuando el
Protocolo de Río de Janeiro sella definitivamente la victoria de nuestras
armas; cuando ese Protocolo resuelve, favorable y definitivamente, nuestra
vieja controversia de límites con la vecina República del Ecuador, la palabra
del Diputado que habla no puede dejar de hacerse oír para manifestar su
satisfacción patriótica.
Los señores Representantes que me han antecedido en el uso de
la palabra han expresado, abundando en los mismos conceptos, la manera como
Prado ha comprometido la gratitud nacional; pero, sin embargo, yo tengo que
agregar algunas frases a las ya dichas: El Protocolo de Río de Janeiro tiene
también honda trascendencia histórica porque renueva para el Perú la vieja
tradición proclamada tan brillantemente por Toribio Pacheco y, además, reafirma
un sentido de amplia comprensión de las exigencias de la convivencia
internacional. La actitud del Presidente Prado no transigiendo en la defensa de
los derechos vitales de la Amazonía, Tumbes, Jaén y Maynas, significa la
afirmación de los títulos de absoluta peruanidad de esos territorios,
fervorosamente sostenida por toda la nación y enérgicamente defendida por
nuestro gobernante. El propio Presidente Prado ha manifestado que, en esta hora
en que hay que remover graves obstáculos, se sella jubilosamente la paz para el
Perú con el éxito más rotundo, con la afirmación más definitiva de su personalidad
jurídica e internacional, manteniendo intangibles los derechos que él siempre
proclamara sin que se haya contradicho en nada la tesis que él siempre sostuvo.
Por estas circunstancias, señor Presidente y señores
Representantes, el acuerdo de Río de Janeiro tiene el sentido de un verdadero
acuerdo ecuménico que ha celebrado América, en el que se afirman los postulados
de solidaridad y se afirman y definen para siempre los derechos
incontrovertibles del Perú.
Los pueblos que tengo el honor de representar estuvieron bajo
la amenaza de hallarse sujetos a las contingencias de cualquier arreglo, como
aquellos de los cuales nuestra historia tiene dolorosos ejemplos; pero, por
felicidad, esa amenaza ha desaparecido para siempre. Por todo esto, la gratitud
de mis pueblos hacia Manuel Prado es gratitud mayor que la de las demás
circunscripciones puesto que aquel ha defendido valiente y brillantemente la
vida de las regiones afectadas por la controversia que acaba de liquidarse.
Por estas breves consideraciones solicito, señor Presidente,
que la moción de que se trata sea aprobada por aclamación, ya que Manuel Prado,
anticipadamente, ha recibido por consenso público el homenaje de gratitud del
país.
El señor SENADOR CONCHA.-Pido la palabra.
El señor PRESIDENTE.-El señor Senador por el Callao tiene la
palabra.
El señor CONCHA.-Señor Presidente: En mi doble condición de
Senador y de Presidente de su Comisión Diplomática, he pedido la palabra para
dejar constancia pública de mi adhesión a la moción en debate.
Con profunda emoción patriótica he escuchado la lectura del
mensaje del señor Presidente de la República y, con verdadera complacencia,
alzo mi voz en estos instantes para decir que las ideas expresadas en ese
importante documento explican el éxito alcanzado por la diplomacia del Perú al
obtener la suscripción del Protocolo de Río de Janeiro. Dicho Protocolo, como
lo saben todos los miembros del Congreso, colma las aspiraciones de la
nacionalidad en lo relativo a sus derechos sobre los territorios de Tumbes,
Jaén y Maynas, que la Cancillería Peruana defendió brillantemente por medio de
sus delegados en las Conferencias de Washington de 1937 y en memorables notas
diplomáticas del año anterior, y que han sido hoy reconocidos en un Pacto
solemne como consecuencia de la hábil política dirigida por el Jefe del Estado.
Las palabras pronunciadas por Prado en esta ocasión han de repercutir, pues, en
el Perú entero, como expresión de sus más caros anhelos patrióticos.
Soy testigo de excepción de la capacidad, de la visión, de la
firmeza con que el señor Presidente de la República ha conducido las
negociaciones diplomáticas de los últimos meses y no encuentro, en verdad,
vocablo suficientemente preciso para decir mi satisfacción ciudadana por la
forma feliz con que han sido manejados los asuntos internacionales del Perú.
Las palabras del señor Prado presentan también la oportunidad
de meditar acerca de las ventajas que derivan para una nación de la acción
coordinada, armónica y sincera de sus elementos dirigentes.
Merced a la honrada y entusiasta cooperación de todos hemos
llegado hasta el fin, sin quebrantos y, lejos de eso, con inflexible
determinación, lo mismo en el campo militar que en el escenario político, el
proceso que ha concluido con el mayor o más bien, con la única gran victoria
diplomática que registra la historia de nuestros litigios limítrofes.
Señor Presidente: Así como conservo con orgullo el recuerdo
de la época en que me cupo el honor de ser Ministro de Relaciones Exteriores
bajo la excelsa dirección del patriota mandatario de entonces, general
Benavides, así también he de conservar imborrable y vivo el recuerdo de esta
última etapa de mi vida en que contribuí con todas las energías de mi espíritu,
con toda mi devoción al Perú, al triunfo de la política exterior desarrollada
por el gobierno de Prado. Es, pues, no obstante, ser refractario al empleo de
la lisonja, no obstante mantener inquebrantable mi propósito de ser siempre
sobrio en el elogio a los poderes, sobre todo a los hombres que representan la
riqueza o el gobierno, que no tengo embarazo para decirle al país que soy el
primero en aplaudir con todo fervor la acción diplomática que ha culminado con
el Protocolo de Río de Janeiro de 29 de enero último.
No puedo dejar pasar esta oportunidad sin decir toda mi
admiración a la política del Presidente Prado, tendente a restablecer las
relaciones amistosas con el Gobierno del Ecuador, con un pueblo al que nos
ligan indestructibles lazos históricos. Como Castilla en 1860, que después de
haber decretado el bloqueo de la costa ecuatoriana y después de haber ocupado
Guayaquil, impulsado por el deber de resguardar nuestra dignidad ultrajada por
el gobierno de Quito, firma el “Tratado de Mapasingue”, magnífico símbolo de la
generosidad y la nobleza peruanas, así el señor Prado cumplió con defender
vigorosamente la integridad territorial de la nación, cumplió con exigir y
obtener el reconocimiento de nuestra soberanía sobre las provincias de Tumbes,
Jaén y Maynas, y luego ofrece en ademán fraterno al Gobierno y al pueblo del
Ecuador, la sincera amistad del Perú, invitándolos a convivir con nuestro país
en un pie de franca cordialidad que asegure el bienestar y progreso de ambas
Repúblicas.
Por último, señor Presidente, quiero también asociarme
expresamente a los términos del Presidente Prado de gratitud a los grandes
pueblos de América – Argentina, Brasil, Chile y los Estados Unidos de América–
que, reconociendo la legitimidad de nuestros intereses y la autenticidad de nuestros
derechos, han contribuido con su acción amistosa en el desarrollo de los buenos
oficios que de ellos aceptáramos, a los resultados que todos celebramos hoy. Ha
terminado una grave y difícil controversia secular que separaba a peruanos y
ecuatorianos; y al liquidarla hemos podido asociarnos y nos hemos asociado de
veras a la causa de la democracia americana representada por los principios que
defiende la gran República del norte en el terrible conflicto que hoy conmueve
al mundo entero. Al romper relaciones con los Estados del Eje, hemos hecho
honor a los ideales de nuestra tradición internacional, hemos reflejado el
sentir público y hemos acreditado, una vez más, que el Perú está siempre
dispuesto a cumplir sus compromisos y a defender los ideales que inspiran la
organización jurídica del continente.
Desde el fondo de mi alma formulo los votos más fervientes
porque el espíritu de unidad nacional, que ha presidido las actividades
diplomáticas de los últimos tiempos, impere en todos los órdenes en el Perú,
como un medio certero de conseguir su bienestar y su grandeza y colocarlo en la
alta posición que le corresponde en el continente como uno de los pueblos
americanos de tradición más gloriosa y más elevada idealidad.
El señor BALBUENA.-Anticipándome, señor Presidente, a la
votación que se va a producir, vale decir a la aclamación del Congreso, me
permito solicitar que se dispense, una vez aclamada, del trámite de aprobación
del acta y de otro cualquiera que sea procedente y que los miembros del Congreso
se constituyan en pleno en el Palacio de Gobierno a entregar la autógrafa
respectiva al señor Presidente de la República, entrega que propongo la haga el
señor Presidente del Congreso.
El señor Senador DIEZ CANSECO.-Pido la palabra.
El señor Presidente.-Tiene la palabra el señor Senador por
Junín.
El señor DIEZ CANSECO.-Señor Presidente: A fin de que la
votación se haga por aclamación, yo insinúo que los Representantes nos pongamos
de pie y aplaudamos la moción.
El señor PRESIDENTE.-Se va a votar (se ponen de pie todos los
señores Representantes aplaudiendo la proposición).
El señor PRESIDENTE.-Aprobada por aclamación.
De acuerdo con el Reglamento se va a consultar la moción del
señor Diputado Presidente, doctor Balbuena, para hacer la entrega de la
autógrafa al señor Presidente de la República, hoy mismo, sin esperar la
aprobación del acta.
Sometida al voto, fue aprobada por unanimidad.
CONDECORACIÓN AL DOCTOR MANUEL PRADO
Terminado el anterior debate con los discursos de homenaje al
Presidente de la República, por los Senadores y Diputados que integran el
Congreso Nacional de la República, se aprobó por aclamación, el significativo
proyecto de condecoración al Jefe del Estado, como expresión de la gratitud del
país, al estadista y gobernante que en forma tan resuelta ha defendido y
sostenido la peruanidad de nuestros territorios. La resolución, aclamada
entusiastamente por el Parlamento, dice así:
EL CONGRESO NACIONAL
CONSIDERANDO:
Que el ciudadano Manuel Prado, que ejerce la Primera
Magistratura de la República, ha comprometido de manera singular la gratitud
nacional, tanto por la alta y atinada dirección que imprimió a la reciente
campaña militar del norte y nor¬oriente, tan brillantemente cumplida por
nuestras Fuerzas Armadas, cuanto por la indeclinable y patriótica orientación
dada por él a nuestra política internacional para la solución del problema
limítrofe con la República del Ecuador;
Que corresponde al Presidente de la República la indiscutible
gloria de haber alcanzado, en el Protocolo de Río de Janeiro, suscrito el 29 de
enero último, la feliz consagración de nuestra tesis de derecho, controvertida
durante más de una centuria, por la que se reafirma la peruanidad definitiva de
las provincias de Tumbes, Jaén y Maynas;
Que en tal forma se ha puesto fin al último litigio
fronterizo de América y sellado, en consecuencia, por acción del Perú, la
armonía y solidaridad continentales;
Que todas las fuerzas vivas de la nación han exteriorizado su
aplauso fervoroso y unánime a la persona y a la política del Presidente de la
República; y
Que el Congreso debe, interpretando el reconocimiento
nacional hacia el Jefe del Estado, rendirle un homenaje extraordinario que sea
el símbolo perdurable de ese reconocimiento.
DECLARA:
Que el Presidente de la República, doctor Manuel Prado,
merece el bien de la patria y ha comprometido la gratitud nacional; y
RESUELVE:
Condecorarlo con la insignia única: “De la Gratitud
Nacional”, la que consistirá en una gran collar con los emblemas nacionales,
que llevará la siguiente leyenda: “El Perú a Manuel Prado, Defensor de la
Integridad Nacional”.
Esta condecoración será entregada por el Presidente del
Congreso, el 28 de julio del presente año, en ceremonia que se realizará en el
Palacio Legislativo, con asistencia de los Poderes del Estado.
Casa del Congreso, Lima, 14 de febrero de 1942.
I.A. Brandariz, Presidente del Congreso
Carlos A. Barreda, Senador Secretario del Congreso.-M.
Leopoldo García, Diputado Secretario del Congreso.
Aprobada en forma tan expresiva esta moción, se acordó que
todos los Legisladores se constituyeran al Palacio de Gobierno para comunicar
al Presidente Prado el acuerdo tomado por el Poder Legislativo, como testimonio
del agradecimiento nacional.
MERECEDOR DEL BIEN DE LA PATRIA
Conforme al anterior acuerdo, llegaron a Palacio los miembros
del Parlamento, ocupando el Salón Dorado y recibiendo con calurosos aplausos la
aparición del Presidente Prado. Silenciada la ovación, que duró algunos
minutos, el doctor Ignacio A. Brandariz, como Presidente del Congreso, puso en
manos del doctor Manuel Prado el texto autógrafo de la Resolución por la cual
el Congreso Nacional lo declara merecedor del bien de la patria, y lo condecora
con la insignia única “De la Gratitud Nacional”. En este acto, el doctor
Brandariz pronunciò el siguiente
discurso.
Señor Presidente de la República:
El Congreso, que, hace pocas horas, ha escuchado el vibrante
mensaje extraordinario de usted, señor Presidente de la República, ha querido
también, en forma unánime y de modo extraordinario, igualmente expresarle el
alto aprecio en que él tiene la labor llevada a cabo por usted en distintas
formas y en tan varias y difíciles situaciones, hasta llegar a realizar lo que
ha sido el ideal de todos los peruanos desde hace más de una centuria; esto es,
fijar definitivamente, en justicia y en derecho, las fronteras de la patria
peruana. Por esto, señor Presidente, con íntima satisfacción patriótica, vengo
a cumplir el encargo que me han dado mis compañeros, los Representantes del
pueblo, aquí presentes, para poner en las manos de usted la autógrafa de la
proposición que acabamos de aprobar creando una condecoración única, que lucirá
usted, como la insignia de la gratitud nacional.
Acallada la ovación que selló las últimas palabras del
Presidente del Congreso, el doctor Manuel Prado, intensamente emocionado por
las numerosas impresiones recibidas en ese día de gloria para la patria,
agradeció el homenaje de que era objeto con estas improvisadas palabras, plenas
de civismo:
“Agradezco emocionado este acto con el cual los miembros del
Parlamento
Nacional han querido honrarme en este día inolvidable, en el
que he ido al recinto del Congreso para decirles que hemos terminado el litigio
con el Ecuador y que esas regiones amazónicas, que durante más de una centuria
inquietaron la paz del continente americano, son y serán para siempre la tierra
inobjetable de nuestra patria y donde flameará la bandera del Perú por los
siglos futuros.
Como lo acabo de expresar en el Parlamento, esa acción tenía
que ser la resultante de un sentimiento de unión nacional. Vosotros, habéis
dado el ejemplo desde el primer instante; y la obra de este régimen va a
significar en la Historia del Perú la expresión auténtica de la voluntad
nacional inspirada en una sola divisa: el ideal supremo de hacer la grandeza
del Perú. Es por esto que juntos hemos hecho la jornada. Ante las dificultades,
ante las inquietudes inmensas, ante las adversidades, el Gobierno contó siempre
con vuestra colaboración y con el apoyo de toda la ciudadanía; y así hemos
vencido los obstáculos y realizado esta hermosa tarea que perdurará para
siempre porque está cimentada en las raíces profundas de la peruanidad.
Con viva complacencia recibo el homenaje con el que habéis
querido, señores Representantes, honrar mi esfuerzo en bien del país.
Será para mí un nuevo estímulo en el camino que me he trazado
al ocupar este alto puesto por los votos de mis conciudadanos, que sólo he
aceptado para servir a mi patria.
Reitero ahora, mi decisión absoluta de prestar, en el
desempeño de mi cargo, todo el contingente de que soy capaz para que unidos
todos los peruanos sigamos laborando la segunda etapa de la gran jornada del
bienestar y del progreso de la nación.
En esta hora sombría en que la humanidad confronta los más
grandes peligros que han azotado al mundo, es necesario, más que nunca, que
unamos aún más, si es posible, nuestras filas; que nuestros pensamientos no
tengan sino una directiva porque sólo así podremos estar seguros de que en
medio de la tormenta y de las luchas desencadenadas, haremos triunfar a esta
tierra bendita donde hemos nacido.
Agradeciéndoles desde el fondo de mi espíritu y estrechando
la mano a cada uno de vosotros con todo el afecto de mi sincera amistad, os
invoco, en nombre del Perú, para que cada uno de vosotros dedique el máximum de
sus preocupaciones y de sus esfuerzos, para que podamos realizar el sueño de
nuestros antepasados, que se remonta desde los Libertadores, a los españoles
que hicieron de esta tierra el virreinato más grande de la colonia hasta
aquellos originarios de nuestro gran imperio incaico, para que éste nuestro
pueblo, de tan grandes y nobles tradiciones, vuelva a ocupar en el continente
americano, en un futuro próximo, el puesto de honor a que tiene derecho.
Fervorosa y larga ovación estalló al concluir el Presidente
Prado su patriótica improvisación, varias veces interrumpida por los aplausos.
Así terminó esta gran jornada en que se juntaron la efemérides cívica de un
gran acontecimiento patriótico y la vigorosa figura política de un singular
estadista, paradigma de la democracia. Por eso, si el 29 de enero es el día en
que la patria gana una gran batalla internacional, al suscribir el Protocolo de
Río de Janeiro, el 14 de febrero es la fecha en que el Perú, estrechamente
unido, rinde su emocionado y caluroso homenaje al Presidente Prado, por haber
sostenido la invulnerabilidad de la República, intacto el suelo de la patria y
el pabellón peruano flotando sobre la rica y grande nacionalidad, que nos legaron
los próceres de la independencia y los fundadores de la peruanidad.
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